lunes, 28 de agosto de 2017

Un microchip que huele, nuevo avance de la inteligencia artificial


El neurólogo nigeriano Oshiorenoya Agabi quizá haya conseguido que un día usted pueda saltarse la fila de seguridad en los aeropuertos con un invento revolucioonario: un microchip capaz de detectar explosivos sin molestar a los viajeros.

Este científico presentó el domingo en la conferencia TEDGlobal 2017 (Technology, Entertainment and Design) de Arusha, en Tanzania, un aparato creado por su 'start-up' que puede rastrear con el olfato los explosivos.

Éste es uno de los usos posibles del invento de Agabi, de 38 años, y de su equipo de la compañía Koniku, situada en el Silicon Valley californiana.

Mientras los especialistas de la inteligencia artificial luchan por crear máquinas que imitarían el cerebro humano, -o, como el inventor de origen sudafricano Elon Musk, implantar en él ordenadores- Agabi ha hallado la forma de hacer trabajar conjuntamente neuronas producidas en laboratorio y circuitos electrónicos.

Dejando de lado el silicio de los procesadores clásicos, y sus límites, asegura haber recurrido directamente al cerebro humano, "el procesador más potente que haya conocido jamás el universo".

"En lugar de copiar una neurona ¿por qué no recurrir a la propia célula biológica, y utilizarla? Es una idea revolucionaria cuyas consecuencias son inimaginables" asegura Agabi, licenciado en física teórica en Lagos, doctorado en Londres, y apasionado por la neurociencia y la bioingeniería.

A esta tarea se han abocado el nigeriano y su equipo de genetistas, físicos, bioingenieros y biólogos moleculares, con la esperanza de resolver problemas que van desde la deteccion de productos químicos o explosivos, o la de enfermedades como el cáncer.

Neuronas vivas

Según Agabi, su invento, "sin precedentes en el mundo", bautizado 'Koniku Kore', pudo diseñarlo gracias a su capacidad para respirar y olfatear el aire.

Grandes marcas, según él, creen en su producto, por lo que los ingresos de la start-up pasarán de unos 8 millones de dolares anuales a 30 millones el año próximo.

Uno de los grandes desafíos ha sido hallar la forma de conservar las neuronas vivas, un secreto que Agabi prefiere no revelar.

Los progresos de la inteligencia artificial y las búsquedas para poner a punto máquinas que se asemejen al cerebro humano dan miedo a algunos. Elon Musk, por ejemplo, ha advertido contra el riesgo de que un día la máquina domine al hombre.

Pero Agabi, que creció en Lagos donde ayudaba a su madre a vender comida en las calles, cree que el futuro está más bien en la idea de insuflar vida a las máquinas.

"No es ciencia ficción. Queremos construir un cerebro de neuronas biológicas, un sistema autónomo que posea inteligencia. No queremos construir un cerebro humano", explica a la AFP.

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